Históricamente existe la tendencia que a todo trastorno mental cuya evolución no es favorable sea considerado “resistente o refractario” sin diferenciar los distintos aspectos que pueden involucrarse en esa respuesta. En el año 2007 surgen postulaciones en torno a si resultaba conveniente agrupar en una categoría de resistencia al tratamiento a todo cuadro Depresivo que no responde a los diferentes tipos de abordajes indicados cuando, como es sabido, el concepto de refractariedad en las investigaciones y en la bibliografía se encuentra direccionado hacia lo farmacológico. De lo mencionado se desprende el concepto de Trastornos mentales de difícil manejo y específicamente el de Depresión de Difícil Manejo (Vilapriño JJ, Vilapriño Duprat M, Motuca M. Depresión de difícil manejo: entre la evidencia y la experiencia herramientas diagnósticas y terapéuticas. Polemos. Argentina), con el fin de focalizar más precisamente la mirada diagnóstica y, por ende, facilitar la respuesta al tratamiento permitiendo que la misma sea centrada en los elementos etiopatogénicos reales del cuadro y en las distintas intervenciones necesarias, y no sesgarla a un solo abordaje. Dichos autores denominan trastornos de difícil manejo a todos aquellos cuadros psicopatológicos cuyo diagnóstico, pronóstico y abordaje resulta dificultoso, no solo por la intensidad de los síntomas primarios, sino también por una serie de condiciones asociadas que incidirán marcadamente en que la respuesta esperada pueda no lograrse